EL MITO DEL CLAVO.



EL MITO DEL CLAVO.

Pueden unos  cuantos golpes de martillo, acabar de tajo con los recuerdos de una felonía sentimental?
 Qué de válida o conveniente tiene la afirmación colectiva de que en materia de traiciones amorosas "un clavo saca a otro clavo"?




Por lo pronto, sabemos que de las dos utilidades prácticas que ofrece una herramienta como el martillo, aparte de la principal cual es la de valerse' de su parte anterior plana y redonda para introducir un clavo a presión dentro del orificio que este mismo perfora a punta de repetidos golpes sobre su cabeza, cuenta la de poder extraer de su asiento o agujero cualquier clavo que sea capaz de alojarse dentro de la ranura de su parte posterior dispuesta a manera de gancho en forma de tijera fija, función esta que compite con la creencia popular que ofrece la posibilidad de que una firme disposición humana basta para sacar un clavo corroido que se encuentra enterrado en el  corazón (que representa al amor nocivo de ingrata recordación),  con otro nuevo de acero inoxidable que se espera tenga la virtud de desterrar del recuerdo al anterior.

Bajo ese entendido, si analizamos con algún detenimiento la acción humana que pide o sugiere emular un sector anacrónico de la sociedad integrado por personas de diferentes generaciones y variado sexo que a esta son adictas, caeremos en cuenta que en principio el comportamiento de marras es complejo, por cuanto reviste tres componentes o elementos estructurales conexos en su despliegue, así:

1.  La disposición de valerse de un martillo para acometer la acción (voluntad para buscar un remplazo).

2.  La selección o escogencia del clavo adecuado entre los muchos posibles contenidos por una caja (emprender la acción de lanzarse en su búsqueda hasta encontrar a quien amar y ser correspondido
 en reciprocidad)

3.  El asestamiento del número de martillazos suficientes,  capaz de introducir en un agujero común al nuevo clavo que remplazara al primitivo quien previamente ha sido sacado con el mismo martillo (asumir la convicción de que el nuevo romance enviará a la papelera de reciclaje al viejo amor echado al olvido, con el beneficio centrado en la esperanza de que el nuevo procurará mejores satisfacciones y emociones ineditas.

De hecho los anteriores elementos de juicio, contribuirían con creces a entenderñ tanto el móvil y el modus operandi, como el fin que concretan los resultados de la retaliativa conducta llamada a reducir al olvido al sujeto activo del desplante sentimental.

<< Pero como de lo que se trata según lo anunciamos al principio, es de encontrarle justificación a esta tendencia social diseñada para hacer carrera entre los despechados en la medida en que pueda resultar benéfica o conveniente para quienes se acogen a ella >>, sea valedera entonces la oportunidad, para precisar que la afirmación de que "un clavo saca a otro clavo" por parte de quienes se duelen de las víctimas del adulterio y la infidelidad al punto de que no dudan en ofrecer esa opción de conducta como consejo a las víctimas que por amor han recibo mal por bien, casi nunca ha sido de buen recibo por quienes no creemos que ese actuar pueda oficiar de paliativo sentimental que en la teoría haga más llevadera las penurias de variado orden que llevan a cuesta quienes padecen de una decepción amorosa.<< En no teniéndose garantía de que la cura surtirá en todos los casos sus efectos, el remedio podría ser peor que la enfermedad cuando en vez de olvidar, la nueva condición de otra relación podría recrudecer el extrañamiento del otro o la otra >>, echando más de menos al ausente en cuerpo y alma, hasta rayar en una nostalgia enfermiza que no le encontraría sentido a la vida sin la presencia de quien con vehemencia y entrega se amo a ultranza con todas las fibras del ser, lo que a la sazón, igual haría daño al tercero o tercera utilizado, quien consideraría haber sido un juguete y por tanto se marginaria de la escena, -quedándose quien armó el embrollo sin el queso y sin el pan.-

Pero en confrontación de los apologistas de la extracción de un clavo con otro, también acuden quienes después de la amarga experiencia prefieren encerrarse en ellos mismos, quedándose para vestir santos dentro de la más absoluta castidad.

Ciertamente un hombre o una mujer sujeto pasivo de la felonía amorosa, generalmente asume dos opciones de comportamiento: 1. Darle rienda suelta y buen recibo al amor las veces que fueren, y con él a las pasiones carnales y satisfacciones sexuales conexas.  2. Renunciar a toda pretensión y posibilidad de contraer un nuevo romance, cerrando las esclusas del corazón a una nueva experiencia, lo que en solidaridad con el desgano del espíritu, acarrea apropiarse artificialmente de una condición de disfuncion eréctil por parte del hombre, o de una oblación vaginal por parte de la mujer.

No obstante lo anterior, y como atenuación de las posibilidades descritas llamadas a seguir por una persona despechada, se abre camino un aval promisorio para quienes acuden espontáneamente a un  un nuevo encuentro - lo que establece la diferencia con quienes lo hacen deliberadamente para vengarse o sortear su penosa condición - dándose una segunda oportunidad dónde podría estar la solución para la incómoda postura de cuernos. Como ocurrió con la princesa Diana tras su rompimiento con el Príncipe Carlos o quizás algo antes de su separación formal, cuando supo encontrar en otros brazos la compensación a una traición, de cuyas infidencias y detalles relatadas en el libro que escribió, da cuenta en calidad de testigo quien fuera el mayordomo del nuevo amor de la fallecida heredera de la Corona, según lo público en nota especial la revista Vanidades en su edición de Octubre de 1.998, año 38.

Con todo, las dos primeras formas de comportamiento claramente definidas, poseen características y lineamientos bien definidos.

 Por un lado, mientras la segunda conducta puede ser considerada al interior de la ascética como una virtud que enaltece el alma y limpia la carne - y con esta el cuerpo - en acatamiento de altos valores éticos entre los que rigen el comportamiento humano, tanto más por cuanto no es fácil renunciar a los placeres mundanos aún asistidos por una felonía cuyos nefastos efectos el tiempo podría encargarse de enervar, la primera, adosada por contraste a relativos antivalores como la venganza, la apología de una falsa dignidad y el derecho a ser feliz de la mano de cualquier relación que procure la transición a "otra vida" con sosiegos y satisfacciones de todo orden y al costo que fuere, potencialmente capaces de confinar las tribulaciones pasadas a la sepultura del olvido, ciertamente podría conducir al propio ser a un estado de prostitución tal como válvula de escape, que llevaría a mofarse del romanticismo y la nobleza del amor providencial, conceptualizandolos como un juego o accidente sin méritos para tomarselos en serio.

Como diría Jean Paul Sartre frente a su incredulidad sobre el amor:  "Gozar siempre del cebo sin dejarse atrapar por este". Tal cual lo da a entender por vía de ejemplo en "La Náusea" al definir lo viscoso, o hacer alusión de alguna manera al tema dentro de las experiencias del hombre en "El Ser y la Nada". Empero, solo el filósofo francés -quien mostró particular preocupación por los problemas existenciales de la humanidad-, o bien alguno de sus más cercanos contertulios o allegados, habrían podido contarnos si evidentemente no se dejó atrapar por el cebo disfrutandolo a plenitud, o por el contrario sucumbió atrapado en las redes de Cupido, tras su voluptuosa relación con Simone de Beauvoir


ARTURO GONZALEZ  PATRON

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