A M O R Y L I B E R T A D
"También el
amor es voluntad de dominio; solo que en vez de querer meramente a la
amada como objeto útil, quiero la posesión de su libertad como libertad,
quiero que ella quiera mi existencia como algo imprescindible..."
A los 29 años de edad, Soren Aaby Kierkegaard, patriarca del linaje existencialista, contrae relación con una joven bella y buena; pero al año rompe con ella por el concepto depresivo que tiene de la mujer en general; << por creer ilusoria la constancia en el amor; porque ella no logró vencer la melancolía de el y porque ya no podría tener la misma libertad cuando quisiera para mariposear en lo que llamaba "el estadio estético de la vida">>. En la concepción estética - apunta el filósofo - la conciencia es como un calidoscopio que se sacude constantemente para gozar de las distintas combinaciones causales que se pueden crear al arbitrio. En ella no hay que dejarse...coger de la mujer, cebo de la especie, sino gustar del cebo.
A su turno
Sartre, el más conocido corifeo de esta corriente filosófica, sostiene
<< que también el amor es voluntad de dominio >>; solo que en vez de querer
meramente a la amada como objeto útil, quiero la posesión de su libertad
como libertad, quiero que ella quiera mi existencia como algo
imprescindible; que me ame, que su "tu se pierda en mi "yo". Ahora bien,
si un día esta posesión se realizase, el "tu" se habría perdido y mi
"yo" se encontraría solo otra vez; y si la fusión no se realiza y esto
es lo corriente - arguye el pensador francés - como cada cual se resiste
a perderse a sí mismo en aras de otro como si este fuera el absoluto,
se rebota del a amor al odio como una pelota, y así mutatis mutandi en
la amistad y en toda relación interpersonal.
A los 29 años de edad, Soren Aaby Kierkegaard, patriarca del linaje existencialista, contrae relación con una joven bella y buena; pero al año rompe con ella por el concepto depresivo que tiene de la mujer en general; << por creer ilusoria la constancia en el amor; porque ella no logró vencer la melancolía de el y porque ya no podría tener la misma libertad cuando quisiera para mariposear en lo que llamaba "el estadio estético de la vida">>. En la concepción estética - apunta el filósofo - la conciencia es como un calidoscopio que se sacude constantemente para gozar de las distintas combinaciones causales que se pueden crear al arbitrio. En ella no hay que dejarse...coger de la mujer, cebo de la especie, sino gustar del cebo.
Finalmente
Sartre termina por no creer en el amor...en el amor conceptual o la
existencia perenne que su mejor noción reclama o plantea, pues aunque
seguramente no dejó de vivirlo en sus continuos devaneos con Simone de
Bavoir - que para la sociedad parisense de entonces trascendieron como
un hecho notorio - para que aquel (el amor) pudiera existir con algún
garante en tiempo y espacio, habría que permitir de la exclusiva
existencia de los dos en el mundo, sin el peligro constante del "otro".
Con lo cual supedita el amor a la fidelidad incierta.
Entre tanto
ante la famosa expresión de Jean Paul Sartre "...el que
insoportablemente me mira; el que a mí sujeto me convierte en objeto",
habría que arguir dentro de un plano típicamente emocional salido de la
especulación preterintencional de nuestros actos, que no siempre nos
duele ser mirados, ser objeto. Como cuando menos para perdición y más
para fortuna propia, damos a la mirada ajena la efímera interpretación
más halagueña que nos proporciona nuestro cerebro y pone nuestros pelos
de punta bajo el estímulo insospechado de aquellos ojos féminos que a
poco sin buscarlo dieron lo mejor de sí con su mirada mágica y
desprevenida, camino a dejarnos prendidos en un marco de efervescentes pasiones
con el acertijo de ser calificadas sentimentalmente como se nos
venga en ganas: Obsesión, traga, encoñamiento, sublime atracción,
movimiento del piso, derechos de amigos...
Acaso entonces no es el amor
asunto coyuntural que reclama en su momento preciso el mejor manejo del
que más se atreve? Estadisticamente se encuentra comprobado que los
amores gestados a prima facie superan mayoritariamente a los amores
perezosos ambientados a plazos. Experiencia primera en la que la
atracción física cobra inicialmente más injerencia que la consecuente
apreciación de una belleza espiritual complementaria, pero también
incierta por su probable ausencia.
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